El temor y la angustia de las personas sanas, cuando no son una respuesta psicológica o instintiva ante un peligro inminente, surgen de una actitud equivocada frente a la existencia, que es la responsable de la mayoría de los infortunios inútiles del hombre que irracionalmente le impiden la normal experiencia de felicidad.
Una actitud errónea que podemos considerar fundamental que origina el medio injustificado es la ansiedad expectante que deriva de la anticipación imaginaria. En efecto, el temor, como experiencia normal, pertenece estrictamente al campo temporal del futuro y sólo es posible en el marco de la percepción anticipada del peligro; de la eventualidad de una pérdida o de un fracaso. Los temores del ser humano, en rigor, no se encuentran en el presente sino en la anticipación fantástica de lo porvenir, horizonte donde es posible la experiencia de riesgo y de amenaza.
En realidad, el temor y la angustia están indisolublemente ligados a la expectación de un futuro incierto en su significado equívoco de peligro y de esperanza. No nos angustiamos ante lo inevitable sino ante la posibilidad del riesgo. Cuando se sabe lo que va a ocurrir, por lo menos, el miedo es menor.
Frente a lo definitivo y a lo ya consumado, cuando es doloroso, sólo caben la tristeza, la culpa o el remordimiento. Para el temor, en cambio, es clave la connotación de incertidumbre, en su doble posibilidad de satisfacción o de fracaso. Sólo tememos aquellos riesgos que siendo posibles son, al mismo tiempo, evitables.
Alguna vez leí y anoté esto:
"Cada esperanza es un huevo del que puede salir una serpiente en vez de una paloma".
Sergio Valdivia
1 comentarios:
Estimado Prof. Valdivia le agradezco enormemente por estas enseñanzas y llegan en el momento que mas las necesito. Marcelo Saavedra
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